domingo, 25 de julio de 2010

¡Evita Vive!

Eva Duarte nace un 7 de mayo en Los Toldos, un pequeño pueblo de las llanuras de la Prov. de Bs.As. y fue hija de Juan Duarte, que falleció cuando ella era pequeña, y de Juana Ibarguren. Seguramente las desgracias que pasó durante su infancia, en donde la muerte trágica de su padre, cambió para mal la situación material y espiritual de su familia, siendo su madre y sus hijos rechazados y despreciados por la pareja de su fallecido padre, los Grisolía. Las penurias de su familia hizo que Eva se templara y forjara una personalidad aguerrida y de pelear la vida para ganarse el mango para alimentar a su numerosa familia. Esa era una Argentina por esos años, semicolonial, casi-factoría de Gran Bretaña en donde Buenos Aires y especialmente su ciudad-puerto, eran las regiones más importantes del país, por donde pasaba todo y a donde quedaba casi toda la riqueza agraria en donde la oligarquía terrateniente aliada al imperio británico tiraba "manteca al techo" acaparando toda la riqueza nacional para beneficio propio y a costa de no industrializar y desarrollar a la Argentina, desechándose de esa manera a una importantísima parte de su población, cuyo nivel de vida era miserable y patético.
Por estos motivos, lo que significó y aún significa Evita y el peronismo para la Argentina, es muchísimo. La "mediocre actríz", "la prostituta", "la trepadora", esos eran los términos que utilizaban sus enemigos (en realidad enemigos del pueblo) para atacarla con saña y un profundo y visceral odio de clase. En cambio para los trabajadores y el pueblo, era una Santa. Fue la mujer que les dió dignidad en serio a millones de personas, tanto argentinos como extranjeros, en donde gracias a ella, las mujeres por primera vez pudieron votar al igual que los hombres.
Con los cambios profundos que introdujo el peronismo desde 1945, en todos los ámbitos del país, económicos, políticos y culturales, Evita se transformó en alguien fundamental para que llegue la justicia social a todos los hogares del país. Desde la Fundación Eva Perón, una especie de Estado dentro del Estado, es decir, que la Fundación cumplía el papel de nexo y de complemento entre el Gobierno del General Perón con las masas, en donde el rol de Evita era determinante. Cuando todas las mejoras que producía el proceso de desarrollo industrial peronista en la clase trabajadora no llegaba a todos los rincones del país, ahí estaba Evita y su Fundación para extender y profundizar la justicia social en el seno del pueblo trabajador en toda la República Argentina. Era la "delegada-plenipotenciaria" de los trabajadores, que en la práctica formaba parte de la "extensión del liderazgo carismático" del General Juan Perón, adquieriendo Evita tambien un liderazgo carismático ante las masas populares (los descamisados). En sus discursos en los balcones de la Rosada y en actos multitudinarios de la CGT en el interior del país, siempre recordaba el porque de todas la mejoras notables en el nivel de vida del pueblo y de todos los derechos obtenidos por éste, cuyo responsable era Juan D. Perón y su excelente doctrina, en donde Evita denunciaba y condenaba a la "oligarquía egoísta y vendepatria" al servicio del "capitalismo foráneo y explotador". Para ella la "justicia social se cumpliría cueste lo que cueste y caiga quien caiga". Evita era la "esperanza", el "escudo" y la "eterna vigía de la Revolución". Eterna sí, porque ni el cáncer terminal que padecía, pudo frenar toda su dedicación, amor y trabajo por y para sus descamisados, que la veneraban y rendían pleitesía permanentemente, incluso por supuesto cuando estaba en su lecho de muerte y ya se intuía el peor final. Por eso antes de partir de este mundo, la Abanderada de los Humildes le dijo a Perón que "no abandone nunca a los pobres. Son los únicos que saben ser fieles".
Así, después de su muerte, Evita continuó y continúa aún viviendo en el alma del pueblo (sus descamisados), que la amó y la ama "fanáticamente".

Eduardo N. Canosa


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