domingo, 22 de agosto de 2010

“ no renuncio a mi puesto de lucha, renuncio a los honores” Eva Duarte de Perón

El 22 de agosto se cumple un aniversario más de aquel anochecer, cuando en un gran acto y con estas palabras “ no renuncio a mi puesto de lucha, renuncio a los honores” nuestra líder espiritual Eva Duarte de Perón nos marcaba el camino de humildad y de grandeza que debíamos seguir los peronistas.

A 59 años de ese acto de valentía, hoy levantamos la bandera de Evita como la mujer argentina que con una actitud de desprendimiento total, enarboló para siempre los ideales de lucha y de trabajo convirtiéndolos en la doctrina de justicia social de nuestro siempre glorioso Movimiento Nacional Justicialista.

A pesar de la muerte de Eva Perón, los trabajadores argentinos y en especial los del sector rural la seguimos como ejemplo de lucha permanente. Después de ella no hubo nadie que sepa comprender la necesidad de los que sufren.

Sin dudas, los trabajadores organizados en las 62 Organizaciones Peronistas, seguimos considerando a Eva Perón como una figura descollante del peronismo, porque sus días fueron una cadena de hechos sorprendentes, casi maravillosos.

Al igual que los trabajadores rurales, es de origen humilde y provinciano, llegó a la capital en plena adolescencia y triunfó, llegó a ser una actriz de cierto nombre y a encabezar un programa radial muy escuchado.

Los trabajadores la reivindicamos día a día, lucha a lucha, porque Eva fue durante su vida fue el punto de contacto entre Perón y los gremios. Escuchaba sus pedidos, mediaba en sus conflictos y reemplazaba a los dirigentes sindicales que le parecían incapaces.

También la tenemos como bandera porque Evita era el alerta de la estructura impuesta, los ojos y oídos de Perón. Su simple presencia pasó a ser la vanguardia del peronismo, una vigía insobornable y sin pelos en la lengua.

Evita, como decía Perón le dio al Movimiento Nacional Justicialista una nueva orientación, una mística y una capacidad de realizaciones en el campo político, que ha puesto a la mujer casi a la par del antiguo movimiento cívico argentino.

Ella era la voz de las inquietudes del pueblo argentino. Vino del pueblo y fue hacia el pueblo, dando su vida para llevar la felicidad a los niños y ancianos, a los humildes y a los desesperanzados.

Hoy como ayer seguimos su ejemplo, porque donde hubo una reivindicación que conquistar o un privilegio que abatir, allí estuvo sin cálculos ni vacilaciones, corazón firme y mano firme. Que su recuerdo no llegue envuelto en llanto sino en canciones de esperanza, mientras resuena su nombre para movilizar una juramentada voluntad argentina dispuesta a defender esta tierra y este pueblo que ella amó.

José Antonio Voytenco

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